La semana pasada me encontraba en un centro comercial haciendo varios pagos. Al centro de la plaza, ví el local en el que venden roles de canela. Tenía hambre y se me antojó uno así que decidí hacerlo acompañada de un rico café negro.
Me acerqué al establecimiento, hice mi pedido y mientras esperaba a recibirlo, una mujer entre 35 y 40 años se acercó y también ordenó uno de los pastelillos.
Hasta aquí todo es común y corriente, pero llamó poderosamente mi atención el que aquella mujer totalmente extraña a mi vida, con la que yo nunca había tenido nada que ver y con la que jamás cruzaré palabra nuevamente, se dirigió a mí y me dijo “¡Ay, voy a pecar!” , -bueno- contesté yo “Comer no es un pecado, es una necesidad física”. La mujer parece que no me escuchó, pues siguió “justificando” el que fuera a comer un pan dulce “repleto de calorías” tal como si estuviera robándole algo a un niño. “Es que casi nunca me como uno” . Mi respuesta a esto fue “¿Sabes qué? Siéntate, relájate, disfrútalo y cómetelo sin culpa”.
"Romper esas creencias cuesta, pero la paz que se siente al estar a cargo de lo que piensas y sientes, te da una libertad más dulce que el rol de canela que comí esa tarde."
En ese momento, sentí por fin el contacto entre su mirada y la mía ya que mientras buscaba excusas a su gran “pecado” gastronómico ni siquiera fue capaz de verme a los ojos, era como si quisiera sólo descargar lo que en su mente se albergaba antes de cometer la “cobardía” de comer algo que ella considera como malo.
El empleado del establecimiento me entregó mi rico rol de canela y mientras preparaban mi café, la mujer desconocida recibió su postre, me sonrió y me dijo “¿Sabes qué? Tienes razón, lo voy a disfrutar ¡Y mucho!”. La vi alejarse contenta con su decisión, se permitió (por lo menos unos momentos) el comer sin remordimiento..... y ¿yo qué hice? Me quedé pensando lo complicada que nos hacemos la vida muchas veces por cosas que tenemos en nuestra cabeza. Por creencias limitantes que nos acompañan a luz y sombra pues están cobijadas por nuestros pensamientos. Romper esas creencias cuesta, pero la paz que se siente al estar a cargo de lo que piensas y sientes, te da una libertad más dulce que el rol de canela que comí esa tarde.
Nos leemos pronto.
Gina